El llano en llamas, del mexicano
Juan Rulfo, es el libro de cuentos más hermoso de la literatura en español.
El autor
Juan Rulfo (1917 – 1986) demostró
cómo se puede pasar a la historia de la literatura, en su caso en lengua
española, con apenas 250 páginas publicadas correspondientes a su libro de
cuentos El llano en llamas (publicado en 1953) y a su novela Pedro Páramo
(publicada en 1955). Muy posteriormente, en 1982, publicó El gallo de oro, segunda
y última de sus novelas.
El llano en llamas y Pedro Páramo
fueron editados en primer lugar por el Fondo de Cultura Económica de México,
una editorial famosa en todo el ámbito latinoamericano, fundada por un grupo de
españoles exilados de la Guerra Civil
en México.
Rulfo fue también un notable
fotógrafo de cuyas obras se han realizado exposiciones. Consiguió el premio
Príncipe de Asturias de las Letras en 1983.
Yo poseo la décima tercera
reimpresión del libro de cuentos de dicha editorial, de 1976, de 100.000
ejemplares.
La obra
El llano en llamas se compone de
dieciséis cuentos, siendo la muerte violenta el tema recurrente de la mayoría
de ellos. Ocupa 151 páginas. También la pobreza de los protagonistas se deja
notar en la mayoría de los casos. Algunas de las numerosas revoluciones
mexicanas del primer tercio del siglo XX constituyen el telón de fondo de
varios cuentos, comenzando por el que da título al libro: El llano en llamas,
que apenas ocupa 20 páginas y es de los más largos. También de revolución se
habla en: La noche que lo dejaron solo, en Nos han dado la tierra y en Luvina,
el antecedente de su novela Pedro Páramo.
De todos los cuentos, mi preferido
es uno titulado Anacleto Morones, que trata de un santero, que vendía santos en
las ferias y en las puertas de las iglesias, a quien da muerte su ayudante
Lucas Lucatero. Un grupo de beatas tratan de convertir a Anacleto en santo, y
lo buscan en casa de Lucas, sin encontrarlo porque su ayudante lo había
asesinado y enterrado en el patio de su casa.
El estilo
El estilo de Rulfo es realista, muy
directo, seco y despiadado, hecho de frases cortas. Sus protagonistas cuentan
sus propias historias, a veces terribles, de forma sucinta y breve.
En el cuento titulado: La Cuesta de las Comadres, un
hombre llamado Remigio Torrico acusa a otro de haber matado a su hermano. El
acusado no defiende su inocencia con palabras sino con hechos y lo mata con
absoluta frialdad: “Por eso, al pasar Remigio Torrico por mi lado, desensarté
la aguja y sin esperar otra cosa se la hundí a él cerquita del ombligo. Se la
hundí hasta donde le cupo. Y allí la
dejé. Luego luego se engarruñó como cuando da el cólico y comenzó a
acalambrarse hasta doblarse poco a poco sobre las corvas y quedar sentado en el
suelo, todo entelerido y con el susto asomándosele por el ojo”.
No intenta convencer al susodicho
de que él no había sido el asesino de su hermano, sino que lo mata, y a
continuación explica tranquilamente al cadáver que los asesinos fueron una
familia a quien su hermano provocó y que él presenció la escena de la muerte de
su hermano y no pudo ser él.
Un caso literario parecido
Rulfo en lengua española y Salinger
en lengua inglesa tienen una producción idénticamente escasa: cifrada en novela
y libro de cuentos en ambos casos, de tamaño cortísimo y de amplia resonancia.
Salinger (1919 – 2010) publicó solamente
una novela: El guardián en el centeno en 1951, y un libro de cuentos: Nueve
cuentos, en 1953.
Del libro Nueve cuentos yo poseo la
primera edición, de 1977, de la editorial Bruguera, con traducción de Marcelo
Berri.
En ambos escritores el impacto lo
causaron especialmente sus novelas, de resonancia mundial, pero a mí me gustan
más los cuentos, magníficos ambos libros. Apenas dos años separan las ediciones
de Salinger, en 1951 y 1953 y de Rulfo en 1953 y 1955.
Los éxitos estratosféricos de sus
novelas parece que lograron aplastar su creación e impedir otras hazañas
literarias futuras. Ambos son conocidos por haber destruido numerosos
originales con posterioridad a sus libros editados.
García Márquez, por el contrario,
sobrevivió al éxito brutal de la publicación de Cien años de soledad, y produjo
después una buena parte de su obra, con textos muy interesantes aunque nunca
después llegase a alcanzar el nivel de su obra magna.
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