Viven, de Piers Paul Read, por Vicente Ramos




Los sucesos del accidente aéreo en Los Andes de un avión alquilado por un equipo amateur de rugby, el Old Christians, a la fuerza aérea uruguaya, tuvieron lugar en Octubre del 72. La repercusión en prensa del accidente fue la que normalmente se le presta a este tipo de sucesos. No sería hasta algunos meses más tarde, encontraron a los dos primeros supervivientes dos meses y medio después del accidente, cuando se comenzaron a filtrar en prensa las noticias del posible canibalismo al que habían tenido que recurrir los dieciséis supervivientes para subsistir. 







Tengo fechada la compra de este libro en el año 1.975. Por aquel entonces me encontraba en pleno desarrollo de mi carrera deportiva. Ello exigía coger aviones casi cada semana para desplazarnos a jugar la liga y la competición europea. Ni que decir tiene que en cuanto leí la reseña informativa en el diario, y publicitaria al tiempo pues fue un éxito en ventas, compré el libro inmediatamente. 


La breve descripción de la contraportada ya aportaba todos los elementos necesarios para que me interesara más, si cabe, que un lector que no estuviera en mis circunstancias. Equipo deportivo, accidente aéreo, nuestra frecuencia de vuelos, intensidad de convivencia entre los compañeros, etc, eran los elementos que planteaban la similitud que me haría devorar el libro.


Estaba todavía soltero, me casé en el 76, y vivía en casa de mis padres, pues no me independicé hasta mi matrimonio. Soy lector de cama, tumbado y con una buena luz directamente enfocando hacia el libro y, a ser posible, sin ninguna otra luz que me haga perder la concentración de la lectura. Bajo esas condiciones comencé esa noche al acostarme la lectura del mismo. Recuerdo que no me dormí, más bien di una corta cabezada, hasta acabarlo de una sentada y meditar sobre lo que había leído, lo que supuso una digestión difícil de los conocimientos adquiridos con aquella lectura.


A la mañana siguiente al llegar a clase, todavía no había terminado la licenciatura de Químicas, a Maite, mi novia por entonces, hoy mi esposa, y al resto de compañeros del CDC (Club Deportivo Ciencias) no paraba de hablarles de lo que había leído. Aquel día no hablamos de apuntes, exámenes ni otros temas académicos. Sólo podía hablar de aquello e incitar a que los demás lo leyeran. 


Por la tarde, al llegar al entrenamiento, tres cuartos de lo mismo. Algunos jugadores del equipo ya habían comprado también el libro y fue algunos días más tarde cuando en la  sobremesa de una cena en una concentración, y cuando muchos ya lo habían leído igualmente, comenzamos a debatir en profundidad acerca del tema. Primero sobre las características del avión y la conveniencia de no asumir riesgos en caso de tormentas, tuvieron que hacer una escala en Mendoza por esta causa, y partir al día siguiente hacia su destino, Santiago de Chile. Aquí debatimos sobre la mejor calidad y mayor envergadura de los aviones de líneas regulares transnacionales (DC9, DC10, Boeing 747, etc) y los escasos o nulos riesgos que abordan éstos en sus viajes. Sin ser ninguno un entendido en el tema, como Pablo o como Kurt, nos pareció que el Fairchild F-227 era poco pollo para el mucho arroz que suponían Los Andes en tiempo turbulento al menos, si no tormentoso. A continuación entramos en el debate de los valores que allí aparecieron en aquellas situaciones límite, tales como capacidad de liderazgo, toma de decisiones, límites de sufrimiento físico, fuerza mental, estado de hambre feroz y desnutrición extrema, etc. Para acabar debatiendo sobre la capacidad nutritiva y energética de las vísceras humanas  (aquí quienes llevaron la voz cantante fueron los casi doctores Cristóbal Rodríguez y Juan Corbalán) y sobre todo acerca de las implicaciones morales y eximentes de la conducta antropofágica que hubieron de decidir aquellos jóvenes deportistas. Como se puede imaginar, aquello nos tocaba tan de cerca que supuso una larga sobremesa de la que tuvimos que ser obligados a abandonar por parte de nuestro entrenador y delegado para descansar lo suficiente la noche previa a un partido.


No fue sino hasta el año 2.005 que conocí a Fernando Parrado, uno de los supervivientes, quien ahora es un empresario de nivel y que da algunas conferencias a empresas e instituciones. La empresa para la que yo trabajaba le contrató para que nos comentara sus experiencias. Lo que no sabía entonces, me di cuenta algunos meses más tarde, era que las intenciones de nuestro director general eran prepararnos para lo que vendría después del reingeneering (éste ya se había llevado por delante algunos puestos de trabajo gracias a la “reinvención” de los procesos) y que acababa de chocar mi avión contra la montaña y habría de padecer algunas escenas espinosas antes de mi salida negociada de la empresa. Pero eso ya es otra historia…

1 comentario:

  1. Un libro impactante de veras, con una experiencia ajena durísima de lo que cualquiera haría por sobrevivir. Una maravilla qus nos lo recuerdes. Vi la película y también me gustó. Eloy Maestre.

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